lunes, 28 de febrero de 2011

¿Qué aportaron los pueblos colonizadores?

Desde el principio del primer milenio a.C., tenemos noticias escritas sobre los habitantes de la Península Ibérica, fundamentalmente de textos de historiadores griegos y romanos. En aquella época entraron a la Península inmigrantes indoeuropeos y comerciantes mediterráneos, y en las regiones meridionales se desarrolló el reino de Tartessos.

Desde finales del siglo XI hasta aproximandamente a finales del siglo VI a.C., entraron a la Península por los Pirineos grupos de pueblos indoeuropeos. Era gente procedente de la Europa central con un mismo subtracto lingüístico: el indoeuropeo. Estos pueblos conocieron el hierro, tenían una economía basada en la agricultura y la ramadería, y algunos practicavan un ritual funerario consistente en la incineración del cadáver, y depositar las cenizas en urnas y enterrarlas.

El sur de la Península fue el lugar elegido por los pueblo procedentes del este del Mediterráneo (fenicios, griegos y cartagineses) para fundar establecimientos comerciales. A finales del segundo milenio, los fenicios fundaron las primeras colonias al sur peninsular, entre las cuales destaca Gadir (Cadiz).

Los griegos desembarcaron en la Península Ibérica hacia el siglo VIII a.C. Fundaron enclavamientos coloniales como Emporion (Gerona) y Maináke (Málaga) desde los cuales establecieron contactos comerciales y culturales con los pueblos indígenas vecinos, que estimularon el desarrollo de sus ciudades.

La llegada de los cartagineses (siglos VI-V a.C.) continuó la colonización iniciada por los fenicios. Crearon colonias como Ibusim (Ibiza) y Vallaricos (Almería), pero la evidencia más claro del poder cartagines en la Península fue Cartaga Nova.

Los historiadores griegos dejaron constancia escrita de la existencia de un pueblo situados en la región meridianal con el nombre de Tartessos. Su riqueza se basaba en la agricultura, la ramadería, la pesca, la explotación de las minas de cobre de Huelva y en el control del estaño que procedía de la ruta atlántica.

Hacia el siglo VI a.C., Tartessos desapareció como consecuencia del dominio cartaginés.

domingo, 27 de febrero de 2011

La prehistoria de la Península Ibérica

Los descubrimientos arqueológicos hechos recientemente en la Península Ibérica confirman la importancia de este territorio para explicar la antigüedad de la población de Europa, que llegó a este continente desde África.

1. El Paleolítico peninsular.
Los primeros pobladores de la Península Ibérica vienieron de äfrica i llegaron a Europa hace unos 800.000 años. Sus restos has sido encontrados en la Sierra de Atapuerca (Burgos), el llamado Homo antecessor. También se identificaron al Homo heidelbergensis (350.000 años de antigüedad), el Homo neanderthalensis (de 45.000 a 35.000 años de antigüedad) i el Homo sapiens con 40.000 años.

Los primeros pobladores peninsulares eran depredadores y su supervivenciaa se basaba en la caza, la pesca i la recolección de frutos. Eran nómadas, se desplazaban siguiendo los rebaños de animales o buscando unas condiciones climáticas favorables. Vivían en grupos pequeños, sin una jerarquización social clara.

Del paleolítico inferior (800.000-90.000 a.C) se han encontrado utensilios y también restos de animales que servían de alimentos a los seres humanos. Del paleolítico medio (90.000-35.000 a.C) se han encontrado muchos utensilio (puntas, cuchillos...).

El paleolítico superior (35.000-5.000 a.C) está asociado a una especialización de las
industrias líticas, un uso de materiales nuevos, como huesos, y la aparición del arte rupestre.

El arte rupestre es un arte figurativo en el cual destacan los animales pintados con una técnica naturalista. Las figuras se encuentra superpuestas sin formar escenas, presentando efectos de volumen y moviento. La mayoría de estas pinturas se concentran en la zona cantábrica.

En la zona levantina son pinturas que se encuentran al aire libre. Se reprentan escenas de carácter narrativo (cacerías, danzas rituales, recolección de miel...) con proliferación de figuras humanas que tiendan a la esquematización.

2.Las comunidades neolítricas
Hacia el año 5.000 a.C. aparecieron en la Península Ibérica las primera comunidades neolíticas. Con ella comenzó la producción de alimentos (agricultura y ramadería) y la elaboración de cerámica y tejido. La práctica de la agricultura favoreció el sedentarismo, y sugieron así las primera comunidades estables (poblados).

La primera fase del neolítica (neolítico inicial, 6.000-5.000 a.C.) se desarrolló en la zona Mediterránea, principalmente en la costa valenciana. Los asentamientos son fundamentalmente en cuevas y se identifican por la cerámica cardial, caracterizada por una decoración hecha con conchas. En una segunda fase (neolítico pleno, 4.000-3.000 a.C.), los yacimientos se sitúan en las tierras fértiles y bien regadas de las llanuras. Un elementos identificados lo encontrados en la proliferación de sepulturas organizadas en necrópolis.

3. Las sociedades con metalurgia
Durante el tercer y segundo milenio a.C., la novedad más importante de la historia peninsulas fue la introducción de la metalurgia. Los inicios de la metalurgia del cobre se relacionan con la aparición del
megalitismo. Extremadura y Andalucía destacan por el número y la grandisidad de sus megalitos. También se contruyeron poblados enmurallados con los de Los Millares (Almería), iniciados hacias el 2.400 a.C. Se han encontrado hachas, punzones, puñales y cuchillos de cobre y nuevos tipos de cerámica en forma de campana invertida (vaso campaniforme).

Hacia en año 1700 a.C., el paso de la metalurgia del cobre a la del bronce está documentado en la cultura de El Algar (Almería). De este periodo data la cultura
talayótica de las islas Baleares, caracterizada por la contrucción de murallas ciclópeas y por la edificación de unos megalitos muy peculiares: talayots (torres que flanqueaban el recinto enmurallado), mesas (megalitos en forma de mesa, con una función incierta) y navetas (recintos en forma de nave invertida que tenían una finalidad funeraria).

La inclusión de otras culturas en la Península contribulló a difundir la metalurgia del hierro y la escritura.