jueves, 24 de marzo de 2011

El legado romano

1. Los pueblo preromanos
Desde el principio del siglo V a.C, la Península Ibérica se dividía en dos zonas culturales diferentes. Los íberos,, influidos por el contacto con las colonizaciones púnicas, griegas y celtas.

Los pueblos íberos presentaban una economía agrícola basada en los cereales, la viña y la olivera, pero también cultivaban plantas para uso textíl. Desarrollaron una metalurgia importante, la fabricación de armas y la orfebrería. Otras actividades artesanas eran la elaboración de cerámica y de tejidos, y gracias al comercio comenzaron a cuñar moneda propia. Desarrollaron la escritura. Vivían en poblados enmurallados, situados en zonas de fácil defensa, y su organización social se basaba en la tribu. Había una cierta jerarquía social en relación con el poder económico y militar.

Los diferentes grupos de pueblos celtas habitaban las tierras de la Meseta y de la costa atlántica peninsular y tenían una economía rudimentaria y autosuficiente, con un comercio muy escaso. En las llanuras desarrollaron una agricultura basada en el cultivo de los cereales, mientras que los pobladores del Sistema Central y del Sistema Ibérico eran fundamentalmente ramaderos. Elaboraban cerámica y tejidos y eran metalúrgicos expertos, sobretodo en la producción de objetos de hierro y de bronce. Vivían en poblados situados en zonas elevadas y formados por casas circulares distribuidas de manera desordenada.. Su organización social era de tipo tribal, hablaban un idioma indoeuropeo y no conocían la escritura.

2. La conquista romana
La primera etapa (218-197 a.C.) se produjo durante la segunda guerra púnica entre Roma y Cartago. Enviaron a la Península dos ejércitos que desembarcaron en Emporio el año 218 a.C. Durante doce años lucharon contra los cartagineses y sus aliados hispánicos, y hacia el año 197 a.C. Consiguieron expulsar a los cartagineses y dominar la costa mediterránea y el sur peninsular.
La segunda etapa (197-133 a.C.) consistió en la conquista de la Meseta, que se caracterizó por la resistencia aferradísima que supuso los poblados indígenas, sobretodo los lusitanos y los celtíberos.
La última etapa tuvo lugar a finales del siglos I (29-19 a.C.), ya en la época del emperador Augusto, cuando se sometieron a las tribus bélicas de cántabros y astures.

3. La romanización de Hispania
Después de finalizar la conquista de Hispania, Augusto la dividió en tres provincia: la Baetica, la Tarraconensis y la Lusitania. Más tarde creó nuevas provincias: la Carthaginensis, la Gallaecia y la Belearica.
Roma impuso a Hispania su estructura económica: la formación de latifundios, la propiedad privada de la tierra, la utilización de mano de obra esclava, la ciudad como centro de producción y de intercambio de mercancias y el uso de la moneda. Igualmente, se asentó una estructura social basada en la formación de clases según su riqueza: una reducida aristocracia, una burguesía acomodada y propietarios de villas agrícolas y un grupo nombroso de trabajadores libres. También se generalizó el trabajo de los esclavos, que estaban privados de cualquier derecho.

La actividad agrícola y ramadera continuó siendo la base económica de los hispanos, aunque se introdujo nuevas técnicas, como el barbecho, el regadío y la utilización de tiro. La artesanía y el comercio tuvo un desarrollo intenso en las ciudades, donde se generalizó el sistema monetario romano.

Las ciudades aumentaron y se convirtió en el centro administrativo, jurídico, político y económico de la Hispania romana. Se organizó según las reglas del urbanismo romano y se hizo edificaciones. Una red de carreteras excelente las comunicaba entre si y con el resto del Imperio. Cabe destacar la vía Augusta, que recorría todo el levante peninsular y atravesaba los Pirineos para llegar a Roma, y la vía de la Plata, que unía Emerita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga).

La presencia romana también introdujo nuevos elementos culturales: una lengua común, el latín, la religión romana y, más adelante, la cristiana y el derecho romano. Esta integración se muestra en el hecho que Hipania fue la cuna de intelectuales como Séneca, Quintiliano y Marcial, y de emperadores como Trajano, Adrián y Teodoro.

4. Crisis y caída del Imperio
A partir del siglo III, a finales de las conquistas y la concesión del derecho de ciudadanía al conjunto de los habitantes del Imperio produjo una disminución considerable de los ingresos fiscales del Estado y un encarecimiento progresivo de la mano de obra esclava, cada vez menos rentable. El sistema económico comenzó a entrar en crisis. Paralelamente, las fronteras comenzaron a ser presionadas por los pueblos bárbaros.

Las provincias de Hispania, como el resto del Imperio, sufrió los efectos de esta situación. En el campo, los esclavos comenzaron a ser sustituidos por colonos, muchos de los cuales eran pequeños propietarios que, para afrontar la situación de crisis y de inseguridad, se vieron obligados a traspasar su tierra a un propietario más poderoso y continuar trabajándola a cambio de una parte de la cosecha. De esta manera se había hecho el primer paso hacia a servidumbre, uno de los fundamentos básicos del feudalismo medieval. La artesanía también experimentó una frenada importante, las ciudades comenzaron a despoblarse, y el Imperio, a ruralizarse. Los enfrentamientos para la defensa de las fronteras imperiales provocaron un colapso del comercio que mantenía Hispania con el resto del mundo romano.

El aislamiento de Hispania se acentuó, a partir del año 260, por la devastadora invasión de la Península por bandas de francos y de alamanes.

En el siglo V, el Imperio Romano calló a manos de los pueblos bárbaros.

1 comentario:

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